Día 33. Porté-Puymorens-Les Boulloses: ¡El Carlit!

Panorámica desde la cima del Carlit.

Panorámica desde la cima del Carlit.

Por si alguien todavía no lo sabe, Gavarnie y el Carlit son mis dos sitios mágicos de los Pirineos y ambos tienen la virtud de dejarme sin palabras. Y puesto que siempre digo a mis alumnos que lo que no pueden explicar es porque no lo saben, he de reconocer que, en este caso, soy absolutamente ignorante: no sé explicar el porqué de su efecto. Pero sí sé que ambos me conectan con lo mejor de mi ser y que ambos me generan felicidad en estado puro. No es que no haya sitios igual o más hermosos, pero estos son, sin duda, «los míos».

Y al fondo, el gigante.

Y al fondo, el gigante.

Y hoy el Carlit no solo no me ha decepcionado sino que me ha permitido disfrutarlo y contemplarlo en toda su grandeza. Temía la subida. Porque los últimos 500m de desnivel son lo más duro que yo he subido hasta la fecha: un camino de piedra diminuta y suelta, una pendiente ¿de 60º?, y un avanzar que a menudo es retroceder (ese tipo de suelo tiene la mala costumbre de «derrumbarse» bajo nuestro peso). Así lo recordaba y así es. Aunque esta vez iba preparada, lo he tomado con calma, y la poca concurrencia de gente en un día meteorológicamente incierto lo ha hecho todo mucho más fácil (es desesperante, en una subida tan estrecha y difícil, cruzarse contínuamente con gente o tener que ceder el paso a quienes avanzan más rápido).

Premio a quien vea el camino de subida.

Premio a quien vea el camino de subida.

Pero además he disfrutado de la aproximación: del avanzar, siguiendo un arroyo por prados floridos, con la imponente silueta del gigante siempre al fondo. Y he disfrutado de la bajada: «destrepando» por esa roca rojiza y laminada de aristas afiladas sin que, de nuevo, la concurrencia habitual de gente a esta cima especial lo haga todo más peligroso y complicado. Y he disfrutado porque mis pies me han dado un respiro y, desde el momento en que los he metido en las botas han dejado de quejarse (¿me estará pasando como a las antiguas chinas cuyos pies, una vez deformados por vendajes cada vez más apretados ya no soportaban la libertad?). Y he disfrutado de ese larguísimo camino que conduce, por bosques, lagos y prados hasta Les Boulloses. ¡E incluso he disfrutado (en parte) de la lluvia y del granizo que han aparecido al final del recorrido!

En la cima.

En la cima.

Mañana el día vuelve a estropearse por la tarde y, puesto que la siguiente etapa es de esas larguísimas aptas solo para superdotados, la dividiré en dos: la primera parte hasta Eyne (todavía Francia) y la segunda, hasta Nuria.

Día 32. Soldeu-Porté-Puymorens: Empieza la cuenta atrás

De Port Dret al Collet d'Ortafa.

De Port Dret al Collet d’Ortafa.

Cuenta atrás, sí, porque hoy ha sido la primera de las diez últimas etapas de mi aventura veraniega (¡Y ya solo quedan nueve!). Quiero evitar a toda costa que me entren las prisas y los agobios. Lo importante sigue siendo el día a día, el paso a paso. Esa es la filosofía que me ha hecho recorrer ya más de 600km y con ella quiero seguir (con permiso de mis pies, que hoy están especialmente hechos polvo). Aunque es difícil acallar al gusanito que me dice ¡venga!¡que ya no te queda nada!¡más deprisa!

Hacia el Coll de Puymorens.

Hacia el Coll de Puymorens.

Andorra es un mundo de contrastes, no siempre agradable. Junto a maravillosos y anchos valles de un verdor inmaculado surgen las omnipresentes estaciones de esquí. Y el llegar, por fin, a un collado, implica, casi siempre, el tener como vista principal carreteras, parkings, remontes o, directamente, encontrar un coche de frente. Pero el auténtico shock lo he tenido hoy, al atravesar, a mitad de etapa, Pas de la Casa, uno de esos sitios que viven de la vorágine de las compras, que están llenos de macrosupermercados, y cuya estética es, cuando menos, deplorable. Supongo que debería haber elegido continuar, desde Sorteny, la ruta por los refugios de más al norte (Júclar y Besines) y evitar los núcleos urbanos. En cualquier caso, el final de día me ha traído de vuelta a Francia: ¡au revoir Andorra!

Pas de la Casa.

Pas de la Casa.

De la rica Andorra a la Francia más rural. Me encuentro en Porté-Puymorens, un pueblo gris, con aires de postguerra, en el que apenas encuentro alguien para preguntar dónde está la gite donde me alojaré esta noche. Al final es fácil de encontrar. Un sitio extraño, mitad gite y mitad criadero de caballos (elevage) regentado por una pareja de hippies cincuentañeros de largos cabellos y chalecos de cuero (¡¿de qué película del oeste han salido?!). ¿El dormitorio? ¡Encima del establo!

El cutre-kisch.

El cutre-kisch.

Todo el sitio tiene ese aire cutre-kisch-improvisado-saturado de objetos que solo he visto en algunas casas de Francia. Es más, me recuerda sospechosamente a la casa de mis ex-suegros, en el lejano norte, pero Francia al fin. Muebles antiguos, una casa que ha crecido con mal bricolage y sin plan aparente, miles de fotos por todas partes, mucho tapizado floral y, lo peor, la desagradable certeza de que hace años que todo está pidiendo a gritos una limpieza en condiciones. ¡Si lo viera mi abuela! ¿La cena? A la altura del resto. Siendo malévola podría decir que parecen más acostumbrados a alimentar a caballos que a personas. Aprensivos abstenerse.

Y como esto no invita a quedarse, y como el tiempo mañana parece que se mantendrá mínimamente razonable hasta mediodía, no me queda otra que madrugar, emprender ruta hacia el Carlit y rezar para que no llueva (¡a ver si esta vez tengo más éxito que ayer y antes de ayer!). Aún así, más que el tiempo me preocupa el dolor de pies.

Día 31. Refugio de Sorteny-Soldeu: 15 de agosto, 7°C.

image

Bajando del Collado de los Mineros

Poco que decir. Más de lo mismo. A pesar de que la previsión no era tan mala como ayer: lluvia, niebla, resbalones….. Paciencia. Lo peor es no poder descansar en toda la etapa (parar es quedarse helada) y llegar, en este caso al hotel (¡menos mal!), reventada.

Estany (sin nombre)

Estany (sin nombre)

Mañana hará sol y tengo por delante y una etapa rara y «fea» que pasa por Pas de la Casa y acaba en un collado, el de Pimorent (o Puymorens), en el que no hay nada de nada, por lo que tengo que bajar al pueblo más próximo para dormir (con este tiempo no apetece demasiado montar la tienda). ¿Hacer dedo?¿Bajar andando (mínimo 5km de más)?¿Saltármela?¿Reorganizar etapas?

Valle de Sorteny.

Valle de Sorteny.

Después viene el Carlit, un casi tres mil (2921m) de ascenso obligado y, hasta ahora, mi pico favorito. Aunque la subida por el oeste (la que me toca) es bastante más fea y dura que por el este; y aunque Les Bonnes Hores, el hotel encantador que hay al otro lado, está completo y me toca dormir en el refugio; sigue siendo una etapa especialmente deseada y me gustaría hacerla en plenitud de facultades físicas y (¡ójala!) con buen tiempo.

Día 30. Refugio de Vallferrera-Refugio de Sorteny: Llueve en Andorra y ahora resulta que ¡soy vasca!

Áreu

Áreu

Al final no valió de nada posponer la etapa de ayer por miedo a la lluvia. Es más, no sólo me he mojado hoy (y bien) sino que ayer me mojé aún más ya que me cayó una tormenta monumental en el trayecto entre el refugio de Vallferrera y Áreu, adonde bajé buscando un poco de civilización, cobertura, wifi y una cama de verdad. Imposible encontrar dos pronósticos del tiempo iguales. Imposible que el mismo pronóstico se mantenga dos horas. En lo único que parece haber acuerdo es que el tiempo estará revuelto durante, al menos, toda la próxima semana. Si espero el día perfecto, no acabo, luego la decisión es clara: si me mojo, me mojo.

Panorámica desde el Port de Boët.

Panorámica desde el Port de Boët.

¿La etapa de hoy? Podría hablar de paisajes maravillosos que no he visto (la niebla, la lluvia), de hermosos lagos que apenas he intuido o de vistas espectaculares totalmente ocultas en los puertos de Boet y de Rat. Podría. Pero mejor os hablo de mi taxista de esta mañana, Josep Maria, con el que he hecho el trayecto inverso al de ayer. Tras contarle que atravieso los Pirineos, ha alegando un tímido «con un par», pero tras decirle que lo que hago no es el GR11 sino la Alta Ruta, entonces ha concluido, con toda la contundencia del mundo, con un «tú vivirás en Sevilla pero ¡eres vasca!». Tendré que repasar mi árbol genealógico.

Estany de la Socarana.

Estany de la Socarana.

Es curioso cómo lo que un día se antoja imposible, al siguiente se afronta con humor. Esta mañana salí mentalizada de que me mojaría y eso me ha permitido andar sin preocuparme más de la cuenta (aunque confieso que subir dos puertos con niebla y lluvia no es lo más ilusionante del mundo). Me he reído de los resbalones, de las veces que mis posaderas han tocado el suelo, del frío del Puerto de Boet, de los despistes en la ruta, de mis pies flotando en agua, de mi nariz y mi pelo y mis cejas y mis pestañas goteando niebla, del no encontrar a nadie en el camino (ayer, que salieron todos, yo me quedé, y hoy, que salgo yo, no anda nadie). He hablado con las vacas y he pensado que si estaban ahí es que no había peligro de temporal. Y me he congratulado de lo bien que he subido. ¿Es o no es humor?

Por de Rat. Visibilidad cero.

Por de Rat. Visibilidad cero.

Lo mejor, el final: el mejor refugio de cuantos haya encontrado hasta la fecha, nuevo, amplio, cómodo, con wifi, con una habitación de ocho camas para mí sola, con jabón y secamanos y ¡estufa encendida en el comedor! (No es para menos, afuera hace sólo 9°C) y con un grupo (sí, de catalanes, lo normal por estos lares) que me invitan a Ratafía casero. ¿Mañana volverá a llover? ¿A quién le importa? En serio, y bravuconerías aparte, ¡por favor, que no llueva!

Día 29. Refugio de Certascán-Refugio de Vallferrera: ¡Malditas bajadas interminables y refugios que nunca llegan!

Vista mañanera desde el refugio de Certascán.

Vista mañanera desde el refugio de Certascán.

¡Y malditos indicadores que dan tiempos imposibles y que juegan con nuestras expectativas y con nuestra resistencia!¡Y malditos bosques de pendientes inauditas y de caminos de tierra suelta!¡Y malditas escobas y arroyos que invaden los caminos!¡Y malditos suelos resbaladizos!¡Y malditas esas sendas que por la mañana son entretenidas, mágicas y encantadoras y al final de la jornada se vuelven un infierno!…

Vale, ya me he desahogado. Pero mira que da rabia empezar a andar a las siete de la mañana, ver como todo se da bien, las piernas responden, la mochila no pesa, los tiempos (los míos) se cumplen y, al final, cuando ya se da todo por hecho, encontrarse una de esas bajadas terribles, matapies, que exigen que cada paso se convierta en un ejercicio de concentración y que, cuando piensas que ya queda poco, apenas estás a la mitad, y miras a tu alrededor y no ves ni rastro del puente que precede al refugio y mucho menos del refugio. Pero es que en realidad no ves nada sino bosque y pendiente y más bosque y más pendiente. Descorazonador.

Subida al Coll de Sallente.

Subida al Coll de Sallente.

Aún así, si es verdad aquello de «mal de muchos, consuelo de tontos», yo hoy soy la más tonta del mundo. Porque cuando por fin he llegado, y he podido hablar con un par de franceses y una pareja de ingleses que hacen la misma ruta que yo, me ha consolado infinitamente el ver que los comentarios han sido unánimes: ¡qué horror de bajada!

Estany de Baborte.

Estany de Baborte.

El mundo de los refugios, ahora que llego sola a ellos y puedo observarlos mejor, constituye un microcosmos en sí mismo, con sus costumbres y fauna propios. Siempre hay algún solitario/a como yo y alguna pareja. Pero lo que más abundan son los grupos, normalmente pequeños, cuyas conversaciones tienden a ser previsibles. El tema estrella son los ronquidos nocturnos. ¿Nadie duerme salvo los que roncan?¿Si yo soy una de las afortunadas que duerme es que formo parte de los roncadores? El segundo tema, las montañas. A veces, una se siente enmedio de una competición por ver quién ha subido a más picos y en peores condiciones. Es curioso que, con lo competitiva que soy para otras cosas, en la montaña me vuelvo anticompetitiva.

Afrontando la bajada final.

Afrontando la bajada final.

En los refugios, los encargados me llaman por mi nombre, anotan a dónde voy, me dicen al lado de quién duermo y eligen con quién como (y siempre me ponen con los «nacionales»). Cenamos a las siete (como muy tarde a las siete y media) y a las seis de la mañana comienza el movimiento. El vino es un lujo y la cerveza más (3€ por lata). El menú no se elige. A las diez, todo el mundo en la cama.

No sé qué hacer mañana. Nadie sabe si lloverá o no. La previsión que da el refugio es totalmente imprecisa y no hay ni cobertura ni wifi para poder comprobarla. ¿Descansar?¿Seguir? Mañana veré.

Día 28. Noarre-Refugio de Certascán: ¿El cuerpo tiene memoria?

Lago de certascán

Lago de certascán

Año 2009. En mi quinto día del quinto bloque de transpirenaica, amanezco, como hoy, en el Camping de Bordas de Graus. Me siento, literalmente, ligera. Comienzo a andar imparable hasta que de repente, sin previo aviso, llega el desfallecimiento total: «la pájara». La única de mi vida. Inolvidable. Seis años después, la misma subida me cuesta más de lo que sería normal. ¿El cuerpo, que en su saber infinito asocia el lugar a la extrema debilidad? ¿O simplemente es que estoy pagando los excesos de ayer y mis piernas se rebelan? Aún así, la tranquilidad de una etapa corta (poco más de 10km) en un día radiante me ha permitido disfrutar más (aún) del paisaje.

El bosque que va de Bordas de Graus a Noarre. Esta mañana.

El bosque que va de Bordas de Graus a Noarre. Esta mañana.

Y dentro del paisaje, esos recorridos matinales por bosques aún dormidos, guardianes del silencio y la humedad, que finalmente se transmutan en prados espectaculares surcados de agua. Esos prados que, conforme se asciende, van siendo engullidos por las piedras. Esas piedras que acaban siendo los perfectos escondites de grandes y pequeños lagos intercomunicados entre sí. Una ruta siempre ascendente que permite acceder, día tras día, a una sucesión siempre asombrosa de mundos diferentes.

Y sigo subiendo...

Y sigo subiendo…

La ruta de hoy forma parte de un nuevo recorrido circular de nombre sugerente con paradas en los refugios de la zona: la Porta del Cel. Una forma de revitalizarlos que sin duda funciona a juzgar por la cantidad de gente que hay hoy aquí, en el refugio de Certascan. Y eso que es pequeño, con camas corridas y servicios mínimos. Eso sí, su responsable, Jan, es el más simpático y amable de cuantos guardianes de refugios me haya encontrado. Y aquí aparece de nuevo a Jerry, aunque hoy no comparo mesa con él sino con un grupo de cinco catalanes que me interrogan por mi experiencia mientras engullo el menú completo: ensalada, lentejas, canelones y crema catalana. ¡Nunca más!¡Me sale la comida por las orejas!

¡Hasta en las piedras hay flores!

¡Hasta en las piedras hay flores!

Mañana, nuevo día largo. Y después, dos días de mal tiempo que retrasarán mi llegada a Andorra, ahora que estoy a sus puertas.

Día 27. Alós d’Isil-Noarre: Orientación, equilibrio y resistencia en el día más largo.

En el camino. 10.00 am.

En el camino. 10.00 am.

¡Doce horas de andar ya son horas! (¿Esto sí se parece a tu «horario funcionario» Migue?). Y vale que podría haber dormido en la tienda en cualquiera de los muchos y perfectos prados que me he ido encontrando pero…. hoy tenía rollo probarme a mí misma y quería saber si era capaz de completar la etapa más complicada que he tenido hasta la fecha (por desnivel y terreno).

Cascada subiendo al Coll de la Cornella

Cascada subiendo al Coll de la Cornella

¿Resultado? Si me tuviera que poner nota: en resistencia, sobresaliente; en equilibrio, notable; y en orientación, lo dejaremos en un bien ramplón. Pero podría decir aquello de que el profe me tiene manía y ha puesto un examen trampa. Si la ARP pasa por el Coll de la Cornella; si en el mapa solo existe esa posiblidad; si mi track me lleva derecha al susodicho; ¿por qué el único camino marcado me dirige inexorablemente a otro coll, más al sur, y todo el mundo que va a él piensa que es el Coll de la Cornella? Lo dicho, trampa. Y la consecuencia: mucho tiempo perdido dudando enmedio de una impresionante «tartera» (el nombre coloquial de las morrenas de piedras gigantes).

Lagos y piedra

Perder tiempo en una etapa larga se traduce en no poder parar apenas durante el resto del día. Una grandísima pena porque me he quedado enamorada de esos nuevos lagos, mucho más solitarios e inaccesibles que los de Vall d’Arán. Mucho más agrestes y de aguas mucho más indómitas. Aguas que inundan los alrededores, que saltan bruscamente entre los diferentes niveles y forman auténticas cascadas. Aguas que parecen brotar de las piedras y se deslizan por ellas. Piedras inmensas de curvas suaves y superficie pulida. Multicolores y ¡resbaladizas!.

Pero la belleza de hoy no solo ha estado en los lagos. También en los bosques, en las verdísimas praderas, en los caminos (difíciles de andar, e incluso de encontrar, pero preciosos), en las ranas que saltan a mi paso, en el cielo azul, en las zonas arrasada por aludes, en sentirme de nuevo en la luna, en recordar aquel corzo que vi ayer, en esa ventana de Alós d’Isil…

Ventana en Alós d'Isil

Ventana en Alós d’Isil.

Uno de los efectos secundarios que está teniendo este viaje es que me está cambiando la dieta. Mucha necesidad de comer y muy poco donde elegir. Hoy toca escudella y pollo. Ayer, ¡albóndigas de lata! Parece que mi renovado gusto por el chorizo revilla solo fue un anticipo de esta vuelta a la comida tradicional. ¿Será un espejismo o se convertirá en algo duradero?

Anoche, para acompañar las albóndigas, compartí vino con Jerry. Y ¿sabéis qué?. Él también tiene un blog (pyreneeshrp.blogspot.co.uk). Vamos que no soy nada original.

Día 26. Port de la Bonaigua-Alós d’Isil: La cabaña de Airoto.

La cabaña/refugio de Airoto

La cabaña/refugio de Airoto

Airoto es uno de tantos lagos que se ocultan entre las cumbres del Pirineo catalán, en la comarca del Pallars Sobirà (¡qué difícil es la geografía catalana!). Hace años, en la época de las grandes instalaciones hidráulicas, a alguien se le ocurrió la idea de explorar la potencialidad energética de sus aguas y se construyó junto al lago una preciosa cabaña para que sirviera de refugio a los ingenieros que tuvieran que trabajar allí. Todo, materiales e ingenieros, llegó por helicóptero. Y cuando se descartó la idea de la explotación eléctrica quedó la cabaña. Aislada, sin que prácticamente nadie supiera cómo llegar hasta ella, quedó olvidada durante años hasta que hace hace relativamente poco, la ARP y la afición a la montaña, la han puesto en el mapa. Actualmente es una joya entre los refugios no guardados y es difícil encontrar algún día en que no esté ocupada. Airoto es el paraíso de Ramon.

El lago de Airoto visto desde el Coll de Moredo.

El lago de Airoto visto desde el Coll de Moredo.

Hoy he comido allí después de abandonarme al GPS y experimentar (de nuevo), el ir campo a través en plena montaña. ¡Muy poco recomendable! Niebla y frío (ma non troppo) y encuentros esporádicos con esos montoncitos de piedra, a veces tan artísticos, que habitualmente señalan los caminos y que hoy parecían más una burla que una ayuda. ¿De qué vale encontrar uno si soy incapaz de ver el siguiente? Aún así, nueva prueba superada.

Niebla mañanera en el Estany de Muntanyó.

Niebla mañanera en el Estany de Muntanyó.

El tiempo está raro. Aunque la previsión era de día soleado, la espesura de las nubes es suficientemente amenazadora como para que decida demorarme lo menos posible, seguir mi camino bordeando ¡el Pic de Cuenca! y llegar, después de una interminable bajada de 1700m (de desnivel), a Alós d’Isil. Un pueblo mínimo en cuyo refugio me encuentro de nuevo a Jerry (el inglés con el que coincidí en Larrau y Benasque) junto a unos pocos franceses. Soy la única mujer y la única española en un refugio extraño pero muy acogedor. El responsable no está y todo queda a la disposición de quienes dormiremos aquí. Las instalaciones son nuevas y están impecables y hay comida, bebidas frías, vino…, de todo.

La belleza de la piedra, bajando a Alós d'Isil.

La belleza de la piedra, bajando a Alós d’Isil.

De aquí en adelante, y después de estos días disfrutando la compañía, vuelvo a seguir con esta experiencia en soledad. Quiero acabar como empecé. Permitiéndome vivir la intensidad de los buenos y malos momentos. Y esta mañana he vuelto a sentir el gusanillo de los nervios rondando y la incertidumbre amenazando. Es como volver a empezar aunque con un poco más de experiencia, mucha mejor forma física y con menos, mucho menos, camino por delante.

Día 25. Port de Ratera-Port de la Bonaigua: El guardián del refugio ecológico de Saboredo.

Valle del Ruda desde la subida al Puerto de la Bonaigua.

Valle del Ruda desde la subida al Puerto de la Bonaigua.

El «guardián» del refugio ecológico de Saboredo es un precioso burro (¿primo hermano de Panzón, la «mascota» de Benito?). Se instala a la sombra del porche y, aunque de apariencia pacífica, no responde a requerimiento alguno para que lo abandone: el porche es suyo. Hemos disfrutado de su compañía (y de un café) esta mañana, durante el descenso hacia el Valle del Ruda. La filiación del refugio salta a la vista: placas solares y refresco de cola ecológico acompañados de reggae y banderitas tibetanas. Aún así (o gracias a ello, que nunca se sabe), un lugar en el que apetece quedarse. A tres horas a pie de la civilización y, por supuesto, con su propio lago.

La bajada es larga y después toca subir al puerto de la Bonaigua. Un lugar del que mi primer recuerdo se remonta a hace muchos años, cuando lo atravesé en moto, también en pleno verano, pero con una cerradísima niebla y un frío que atravesaba los huesos (también es verdad que no íbamos preparados). Aunque no lo he olvidado, ahora la Bonaigua, y el cercano Pla de Beret —salvajemente absorvido por la estación de esquí Baqueira-Beret— se asocian en mi cabeza a pendientes tapizadas de fina hierba donde en verano pastan vacas y, sobre todo, caballos.

Caballos en Pla de Beret: va por ti Antonio!

Caballos en Pla de Beret: va por ti Antonio!

Ya subiendo, voy encontrando en el camino pequeñas marcas moradas que al principio me parecen una forma más de señalarlo. Pero son muy pequeñas, además de irregulares y demasiado abundantes. ¿Qué pueden ser? Me pongo a elucubrar para entretener el esfuerzo y al poco aparece la solución en forma de matas y matas de arándanos. ¡Pues claro! Aún así sigo elucubrando: ¿Algún niño los ha recolectado y, a la manera de pulgarcito, los ha ido arrojando, uno a uno, en el camino? ¿O es algún animal que los come y luego «descome» dejando esas curiosas manchas moradas? Elucubraciones.

Arándanos.

Arándanos.

Mañana el tiempo vuelve a estropearse. Últimamente no me deja andar sino de tres en tres días. Y parece que seguirá así: pasado mañana mejora pero el miércoles vuelve a pintar mal. Tanta amenaza de lluvia (y tantas pocas ganas de mojarme) me ha jugado una mala pasada esta mañana: cabreo, depresión, rabia… ¿Ahora que he llegado hasta aquí el tiempo no me va a dejar acabar? Tonterías. Solo ha sido un momento-pánico que finalmente ha pasado.

El guardián de Saboredo

El guardián de Saboredo

Y para celebrar que el final de la etapa coincide con un estupendo restaurante, la primera comida de verdad en tres días: entrecot de buey compartido acompañado de ensalada, gazpacho y pan con tomate (¡y vino!). ¡A vuestra salud!

Día 24. Refugio de la Restanca-Port de Ratera: Un mundo de lagos.

image

Lagos…

Lagos, lagos y más lagos. Ensartados o aislados, escondidos y encontrados. Hasta veinte hemos pasado en un único día. Se diría que todo es agua y verde y piedra y que tanta belleza no puede ser real sino virtual. ¿Creada por ordenador para algún cuento de dragones? El día es precioso, el cielo intensísimo; las aguas —bien sean verdes, azules o transparentes—, invitadoras; y el camino —diseñado a la medida de los lagos—, idílico.

La noche ha sido «movidita». Parece ser que nos debimos instalar al lado del camino que conduce al, digamos y con perdón, meadero oficial de la Restanca, porque, hasta bien entrada la noche, nuestros intentos de dormir se vieron truncados por un contínuo desfile de gente. Poco después, el viento comenzó a apretar. Inevitable el que el subconsciente, «consciente» del estrecho espacio que ocupábamos y de la cercanía del barranco, hiciese de las suyas y llenara nuestros sueños de mochilas rodando que terminan siendo robadas o aplastadas en paisajes surrealistas o carreteras transitadas.

image

Lagos…

A lo largo del día, ya en su segunda jornada, Ramon siente en sus carnes el efecto de caminar con muchos kilos añadidos. Reconozco los síntomas porque no hace tanto que yo misma los he sufrido. Aún así, aguanta estoicamente el tirón de los dos puertos y la larga caminata y llegamos al Port de Ratera. Un lugar privilegiado que permite, con un mínimo desplazamiento, contemplar muchos de los lagos del Vall d’Aran y otros tantos de Saint Maurici. Un total de ¿cincuenta? Imposible contarlos todos. Mirar al sur me recuerda a Auxi y a Manolo, pianista y kapellmeister, que hace pocos días estuvieron por aquí.

Y entre lago y lago, anécdotas y reencuentros. Coincidimos con un grupo de catalanes (¿por qué me obstino en sentir que todavía no estoy en Cataluña?) con  los que hablamos de energía y travesías. Al final resulta que uno de ellos, Ramon (otro Ramon), no solo es también habitual de Atlas Natura sino que me recuerda que coincidimos ¡en 2007! en una de sus salidas. Después de tantos años, es normal que tardemos en reconocernos, pero no deja de ser bonito.

image

Y más lagos!

¿Que dónde dormimos? ¡Pues al lado de un lago! A 2500m de altura y rodeados del más absoluto silencio y la más completa tranquilidad. ¿Nos respetará el tiempo esta noche?