Estos días atrás, como siempre que preparo mochila y travesía solitaria, he estado nerviosa. Ya empiezo a acostumbrarme a esa mezcla de atracción y miedo, de querer volver y dudar de todo. De qué meter y no en la mochila, de si repetir recorrido o innovar, de dónde dejo el coche y cómo me acerco al punto inicial… Y por supuesto, de mí misma, del tiempo, de los pies, de si habrá o no nieve… Una pura duda.

Pero a pesar de eso, de una en una llegan las decisiones: el coche se queda en Jaca, desde allí en autobús (dos autobuses) a Torla. Y de Torla al camping de San Nicolás de Bujaruelo a pie, y así de paso hago una especie de “etapa aperitivo”. Al final han sido unos doce kilómetros y más desnivel del que pensaba (unos 800m de subida y 600 de bajada). Y ha sido preciosa. Más de lo que pensaba.
¿Ha sido por contemplar desde el inicio la espectacular mole de piedra que bordea el Valle de Ordesa en su vertiente sur? ¿Por volver a caminar en solitario? ¿Por intuir que esta vez he elegido bien los días (menos gente y previsión de buen tiempo)? ¿Por tanta belleza que esconde el mundo? Sí, también por eso. Pero ha sido preciosa, sobre todo, por la emoción y también por el despertar de los sentidos después de tanto tiempo viviendo a ritmo de Covid.

Desde que he cogido el segundo bus del día, en Sabiñánigo, me ha empezado a doler el estómago de pura emoción, de pura felicidad. Y tanta dicha me ha cogido por sorpresa. Supongo que ayuda que la aproximación al paraíso sea lenta y también que este año haya habido tantos meses en los que parecía imposible una “trasgresión” semejante (¡cruzar ¿cinco? comunidades autónomas y ni se sabe cuántas provincias!). ¿Pero no será también que el cuerpo entra en resonancia con aquello que reconoce casi como una parte de sí mismo? ¿Que la energía que emana de estos valles de piedras majestuosas y ríos salvajes es un campo magnético que impacta en cualquier organismo?
También habrá influido el sentir que hay cosas difíciles que se han hecho bien, que nada está dicho.Y recibir alguna que otra buena noticia para el curso próximo justo antes de echar a andar. Saber que hoy sí siento que he sabido bajar esa montaña que era para mí el cambio no deseado de centro de trabajo y que, no sé cómo, lo que parecía un fracaso se ha convertido en el mayor de los éxitos: un incorporar a gente maravillosa a mi vida y un ver nacer muchas y nuevas ilusiones en lo laboral.

El día no podía empezar mejor y el tiempo acompañaba. Unas tres horas de marcha remontando el río Ara, recorriendo sus gargantas (la de los Navarros y la de Bujaruelo) y escuchando su estruendo de río furioso que salta y golpea (y modela) las muchas piedras que encuentra en su tortuoso camino. ¡Como para que no se despierte el oído! Y con él la vista, claro está, que contempla tanto verde escondido en los bosques de las orillas (verde musgo, verde helecho, verde avellano, verde abeto, verde…) Y entre verde y verde, más verde: el turquesa del agua en los remansos del río. ¿A qué huele? A libertad. Una libertad que también tiene tacto porque las mejillas pueden volver a sentir el aire y el sol y recuperan su capacidad expresiva. ¿A qué sabe? Al maravilloso desayuno que esta mañana me han servido Belén y Víctor en el Puravida Pirineos (definitivamente, mi hotel favorito de Jaca) y a la cena que tomaré dentro de un rato en este camping que se abre al borde de Francia y en el que siempre se come mejor que bien.

Mañana vuelvo a subir el puerto de Bujaruelo y a intentar acercarme a la Brecha de Roland para después bajar a Gavarnie. El año pasado lo intenté en agosto y tuve que volver porque no me veía capaz de enfrentar algo tan especial para mí rodeada de gente gritando, corriendo, adelantando sin la más mínima precaución en pasos complicados… No pude. Volví. Espero que este año sea diferente, y aunque tengo la sensación de que después del Covid la montaña nunca será tan solitaria como antes, espero poder disfrutarla y andar todos los días que el cuerpo y el tiempo me permitan. ¿Uno, dos, siete, tres semanas? Se verá.

Bienvenidos al reino de la incertidumbre.