
Al fondo, el macizo del Posets (3375m), el segundo pico, después del Aneto, más alto de los Pirineos.
¿Os habéis fijado en los «sienes y sienes» —que diría mi amigo Javi— de moscas que pueden llegar a reposar plácidamente en la cabeza de una, igualmente plácida, vaca? ¿Es por el calor?¿Por el sudor?¿Por el amor y la simbiosis entre especies? Sea por lo que sea, quizá no cientos, pero sí decenas de moscas me han debido confundir esta mañana con un bovino, porque he pasado las tres primeras horas de mi recorrido rodeada de un enjambre de irrespetuosas, pesadas e insidiosas criaturas aéreas al acecho de la más mínima oportunidad para posarse en mi piel, mis orejas o mis pestañas. ¿Si lo hubieran conseguido me habría transformado yo también en una vaca?
Hoy ha sido el día más «ligero» de todos cuantos llevo andados. El arrancar esta mañana tan solo con mi mochilita de paseo, cual dominguera, sabiendo que el resto de mis cosas viajan en coche y me esperan al final del día, es una sensación extraña. ¡Me siento desnuda sin llevar la casa a cuestas! Desnuda en una etapa relativamente descafeinada: Un camino que, en su inmensa mayoría, es una ancha y cómoda (aunque sosa) pista; un paisaje que, comparado con el de otros días es mucho menos espectacular aunque igualmente bello; y una larga bajada, también por pista, atravesando un bosque de pinos que me recuerda más a mi tierra, Cuenca, que a las latitudes por las que me muevo. Resultado: ¡Me he merendado mis 20km de hoy, con mis más de 1300m de subida y cerca de 900m de bajada, en «horario funcionario», de 8.00 a 15.00!

Macizo del Aneto (3404m), la Maladeta, desde el collado de Sahún, entre el valle de Gistain y el de Benasque.
Con tanta «relajación» da más tiempo a pensar. En temas más o menos trascendentales y en otros simplemente curiosos como, por ejemplo, la cantidad de formas en las que es posible afrontar una Transpirenaica. Entre los que la hacen andando, me he ido cruzando con gente que recorre el GR11, otros el GR10 y algunos, como yo, la Alta Ruta (que, no sé muy bien por qué, casi todo el mundo conoce por su nombre francés: Haute Route). Gente que la hace caminando hacia el este (lo más normal) o quienes la hacen al revés. La mayoría la afrontan por tramos que oscilan entre cuatro días y dos semanas. Algunos dividen cada etapa en dos y otros ¡hacen dos etapas en un día! (¡¿eso es posible?!). Pero entre las formas más llamativas de atravesar los Pirineos está la que me ha contado Mónica, la única caminante (esta vez suiza) con la que he hablado hoy. Ella hace una parte andando con un grupo de amigos, vivaqueando entre etapa y etapa, mientras que su marido lleva el parapente a cuestas y combina partes andadas con otras «voladas». Impresionante.
Comer en Viadós, cerquita de Plan (sí, el pueblo que se hizo famoso por su «caravana de mujeres»), con la tranquilidad de haber terminado ya la etapa, me ha librado de tener que correr cuesta abajo al final de la tarde —de nuevo como las vacas— ante las espesas nubes que ya empiezan a formarse (¿sabíais que las vacas cuando sienten que amenaza temporal se agrupan y descienden de los pastos?). Por delante, dos días de parón obligatorio por mal tiempo que pasaremos en Benasque, a los pies del Aneto, y la necesidad de hacer alguna que otra reestructuración de las próximas etapas.