Hoy ha sido un día extraño. Quizá la niebla haya tenido algo que ver y eso que ni siquiera era muy espesa. Pero falta de perspectiva, la ausencia de paisaje, la humedad constante, la lluvia inexistente que respeta los claros pero que se desata en los bosques… La soledad, que aún buscada me sorprende…
Porque en este día gris y anodino, desde que atravesé el minúsculo pueblo de Urepel saludando a venerables ancianas (exactamente dos) que aseaban las puertas de sus casas (sí, las francesas, al menos las más añejas, también lo hacen), han pasado 10 km sin ver un alma. A no ser que por «alma» se entiendan las ovejas que salen despavoridas a mi paso (¿recordáis la película Baby, el cerdito valiente?) o las jaurías de perros que aparecen de vez en cuando haciendo gala de su poderío vocal (¡Menos mal que hace tiempo vencí la fobia que les tenía!). Y me ha dado tiempo a sentir un pelín de aburrimiento y otro poquito de soledad. Pero lo curioso es que ¡eso significa que ya mi cuerpo no me incordia tanto! ¡Que la rodilla me deja vivir! ¡Que me voy acostumbrando a la mochila! ¡Que el repelente de bichos picadores funciona! ¡Que no hace ni frío ni calor! Bien.
Cambiando de tema, resulta chocante la diferencia entre esa Navarra profunda de la que vengo a la Francia no menos profunda de la que salgo. Los pueblos que me encontré en la primera, cuidadísimos, están llenos de alojamientos turísticos y, aunque se siente que los jóvenes escasean, hay pandillas de niños rondando libres y disfrutando del verano al cuidado de sus abuelos. En Les Aldudes, como en muchas otras zonas de Francia, los pueblos, igualmente cuidados, albergan sin embargo a una población mucho más envejecida, una vida turística casi nula y una actividad agraria más evidente.
El caso es que hoy, en mi empeño subconsciente de no hacer ningún día menos de 20km, he vuelto a recorrer los 4km de carretera entre Les Aldudes y Urepel lo que, añadido a los casi 16 de ruta (diez y pico de subida, cinco y pico de bajada), voilá, me acercan a la media. Y se me ha hecho largo. Quizá porque la niebla no me ha dejado descansar (parar significa mojarse más y quedarse fría). Pero sobre todo porque de repente veo que esto va en serio ¡Y me entra la prisa por llegar! ¡Si seré tonta! La inmensa tranquilidad de estos días atrás en los que lo único importante era dar un paso detrás del otro y en los que estaba casi segura de que algo pasaría que no me dejara seguir ha dado paso a la inquietud del «¿y si lo consigo?», al prurito personal, al «venga Elisa, tú puedes». Y todo eso, lejos de ayudarme, me hace pensar más en la meta que en el camino y desvirtúa lo que he venido a buscar (eso que ni yo misma sé lo que es).
Y entre unas cosas y otras, he llegado a mi meta de hoy, Burguete (en euskera Auritz, ¡qué lío de nombres!). ¿Y por qué Burguete y no Roncesvalles que está tan solo a dos kilómetros al norte y es mucho más glamuroso y sonoro? Pues por una razón de peso: aquí está el único cajero automático en muchos kilómetros a la redonda y el primero desde que salí. Porque aunque resulte extraño, en Roncesvalles, a pesar de las hordas de peregrinos, no hay cajero, y mucho menos lo había en los pueblos por los que he pasado hasta ahora. Y aunque también resulte extraño, mea culpa, no había pevisto que algo así fuera a pasar.
Como tampoco había previsto el «estudiarme» las rutas que tengo por delante en los próximos días. Y cuando esta tarde he empezado a ver la que se me viene encima (noches y noches de dormir en tienda en zonas de acampada libre) me ha dado el miedo escénico y he pensado que necesito parar de nuevo para planificar, al menos, la próxima semana. Porque no solo se trata de controlar la ruta (aunque la lleve en GPS me gusta saber por dónde voy) y los sitios de avituallamiento y el dónde se va a dormir, sino que, a lo largo de estos días, y a pesar de las baterías de repuesto, se me ha hecho evidente que también necesito un enchufe (o dos) para mí sola al menos cada tres o cuatro noches. Y eso complica la organización.
Paciencia.
Elisa…te sigo…diariamente!
Qué bonito viaje!
Cuánta belleza!
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Gracias guapa! A ver si ya nos vamos poniendo en forma y retomas las vacaciones como dios manda!
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Ni frío ni calor, cero grados, que guay 😉 y tu rodilla funcionando!!! Me alegro muchísimo. Ahora veo que te faltan dos kilmetrillos de nada para Roncesvalles. Insisto, debe ser algo curioso cruzarte con las hordas de peregrinos en sentido contrario. Como los ingleses conduciendo por la izquierda….
Besotes
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La rodilla la sigo teniendo en cuarentena, no me acabi de fiar y lo de conducir por la izquierda ya te lo digo mañana (pero seguro que curioso es) 😉
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20 kilómetros más, Elisa, 20 kilómetros menos. Disfruta de tu viaje, q nosotros te acompañamos desde la distancia.
Besos
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Eso es espíritu positivo! Me lo quedo! 😘
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Venga Elisa…!! Ánimo; replanifica, improvisa, arriesgate…pero sigue el viaje que no vas sola! ¿O no nos sientes a todos tus seguidores empujando? Tu puedes!!!
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Realmente no sé si os imagináis lo agradable que es leer vuestros comentarios. Mil gracias y orros tantos besos!
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Ya sabes que en la montaña es necesario organizar bien y prevenir. Parar cada 3-4 días es una idea prudente. ¡Adelante!
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