Lagos, lagos y más lagos. Ensartados o aislados, escondidos y encontrados. Hasta veinte hemos pasado en un único día. Se diría que todo es agua y verde y piedra y que tanta belleza no puede ser real sino virtual. ¿Creada por ordenador para algún cuento de dragones? El día es precioso, el cielo intensísimo; las aguas —bien sean verdes, azules o transparentes—, invitadoras; y el camino —diseñado a la medida de los lagos—, idílico.
La noche ha sido «movidita». Parece ser que nos debimos instalar al lado del camino que conduce al, digamos y con perdón, meadero oficial de la Restanca, porque, hasta bien entrada la noche, nuestros intentos de dormir se vieron truncados por un contínuo desfile de gente. Poco después, el viento comenzó a apretar. Inevitable el que el subconsciente, «consciente» del estrecho espacio que ocupábamos y de la cercanía del barranco, hiciese de las suyas y llenara nuestros sueños de mochilas rodando que terminan siendo robadas o aplastadas en paisajes surrealistas o carreteras transitadas.
A lo largo del día, ya en su segunda jornada, Ramon siente en sus carnes el efecto de caminar con muchos kilos añadidos. Reconozco los síntomas porque no hace tanto que yo misma los he sufrido. Aún así, aguanta estoicamente el tirón de los dos puertos y la larga caminata y llegamos al Port de Ratera. Un lugar privilegiado que permite, con un mínimo desplazamiento, contemplar muchos de los lagos del Vall d’Aran y otros tantos de Saint Maurici. Un total de ¿cincuenta? Imposible contarlos todos. Mirar al sur me recuerda a Auxi y a Manolo, pianista y kapellmeister, que hace pocos días estuvieron por aquí.
Y entre lago y lago, anécdotas y reencuentros. Coincidimos con un grupo de catalanes (¿por qué me obstino en sentir que todavía no estoy en Cataluña?) con los que hablamos de energía y travesías. Al final resulta que uno de ellos, Ramon (otro Ramon), no solo es también habitual de Atlas Natura sino que me recuerda que coincidimos ¡en 2007! en una de sus salidas. Después de tantos años, es normal que tardemos en reconocernos, pero no deja de ser bonito.
¿Que dónde dormimos? ¡Pues al lado de un lago! A 2500m de altura y rodeados del más absoluto silencio y la más completa tranquilidad. ¿Nos respetará el tiempo esta noche?