El «guardián» del refugio ecológico de Saboredo es un precioso burro (¿primo hermano de Panzón, la «mascota» de Benito?). Se instala a la sombra del porche y, aunque de apariencia pacífica, no responde a requerimiento alguno para que lo abandone: el porche es suyo. Hemos disfrutado de su compañía (y de un café) esta mañana, durante el descenso hacia el Valle del Ruda. La filiación del refugio salta a la vista: placas solares y refresco de cola ecológico acompañados de reggae y banderitas tibetanas. Aún así (o gracias a ello, que nunca se sabe), un lugar en el que apetece quedarse. A tres horas a pie de la civilización y, por supuesto, con su propio lago.
La bajada es larga y después toca subir al puerto de la Bonaigua. Un lugar del que mi primer recuerdo se remonta a hace muchos años, cuando lo atravesé en moto, también en pleno verano, pero con una cerradísima niebla y un frío que atravesaba los huesos (también es verdad que no íbamos preparados). Aunque no lo he olvidado, ahora la Bonaigua, y el cercano Pla de Beret —salvajemente absorvido por la estación de esquí Baqueira-Beret— se asocian en mi cabeza a pendientes tapizadas de fina hierba donde en verano pastan vacas y, sobre todo, caballos.
Ya subiendo, voy encontrando en el camino pequeñas marcas moradas que al principio me parecen una forma más de señalarlo. Pero son muy pequeñas, además de irregulares y demasiado abundantes. ¿Qué pueden ser? Me pongo a elucubrar para entretener el esfuerzo y al poco aparece la solución en forma de matas y matas de arándanos. ¡Pues claro! Aún así sigo elucubrando: ¿Algún niño los ha recolectado y, a la manera de pulgarcito, los ha ido arrojando, uno a uno, en el camino? ¿O es algún animal que los come y luego «descome» dejando esas curiosas manchas moradas? Elucubraciones.
Mañana el tiempo vuelve a estropearse. Últimamente no me deja andar sino de tres en tres días. Y parece que seguirá así: pasado mañana mejora pero el miércoles vuelve a pintar mal. Tanta amenaza de lluvia (y tantas pocas ganas de mojarme) me ha jugado una mala pasada esta mañana: cabreo, depresión, rabia… ¿Ahora que he llegado hasta aquí el tiempo no me va a dejar acabar? Tonterías. Solo ha sido un momento-pánico que finalmente ha pasado.
Y para celebrar que el final de la etapa coincide con un estupendo restaurante, la primera comida de verdad en tres días: entrecot de buey compartido acompañado de ensalada, gazpacho y pan con tomate (¡y vino!). ¡A vuestra salud!
¡Entrecote, gazpacho y vino! Y yo pensando que estarías pasando penurias….:-P
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De todo tiene que habe, no? 🙂 pero tranqui, que hoy comienzan las «penurias» otra vez.
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Gracias por acordarte!!!!! Muchos besos que ya empieza a oler a mar jejejej
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😉
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