Día 32. Soldeu-Porté-Puymorens: Empieza la cuenta atrás

De Port Dret al Collet d'Ortafa.

De Port Dret al Collet d’Ortafa.

Cuenta atrás, sí, porque hoy ha sido la primera de las diez últimas etapas de mi aventura veraniega (¡Y ya solo quedan nueve!). Quiero evitar a toda costa que me entren las prisas y los agobios. Lo importante sigue siendo el día a día, el paso a paso. Esa es la filosofía que me ha hecho recorrer ya más de 600km y con ella quiero seguir (con permiso de mis pies, que hoy están especialmente hechos polvo). Aunque es difícil acallar al gusanito que me dice ¡venga!¡que ya no te queda nada!¡más deprisa!

Hacia el Coll de Puymorens.

Hacia el Coll de Puymorens.

Andorra es un mundo de contrastes, no siempre agradable. Junto a maravillosos y anchos valles de un verdor inmaculado surgen las omnipresentes estaciones de esquí. Y el llegar, por fin, a un collado, implica, casi siempre, el tener como vista principal carreteras, parkings, remontes o, directamente, encontrar un coche de frente. Pero el auténtico shock lo he tenido hoy, al atravesar, a mitad de etapa, Pas de la Casa, uno de esos sitios que viven de la vorágine de las compras, que están llenos de macrosupermercados, y cuya estética es, cuando menos, deplorable. Supongo que debería haber elegido continuar, desde Sorteny, la ruta por los refugios de más al norte (Júclar y Besines) y evitar los núcleos urbanos. En cualquier caso, el final de día me ha traído de vuelta a Francia: ¡au revoir Andorra!

Pas de la Casa.

Pas de la Casa.

De la rica Andorra a la Francia más rural. Me encuentro en Porté-Puymorens, un pueblo gris, con aires de postguerra, en el que apenas encuentro alguien para preguntar dónde está la gite donde me alojaré esta noche. Al final es fácil de encontrar. Un sitio extraño, mitad gite y mitad criadero de caballos (elevage) regentado por una pareja de hippies cincuentañeros de largos cabellos y chalecos de cuero (¡¿de qué película del oeste han salido?!). ¿El dormitorio? ¡Encima del establo!

El cutre-kisch.

El cutre-kisch.

Todo el sitio tiene ese aire cutre-kisch-improvisado-saturado de objetos que solo he visto en algunas casas de Francia. Es más, me recuerda sospechosamente a la casa de mis ex-suegros, en el lejano norte, pero Francia al fin. Muebles antiguos, una casa que ha crecido con mal bricolage y sin plan aparente, miles de fotos por todas partes, mucho tapizado floral y, lo peor, la desagradable certeza de que hace años que todo está pidiendo a gritos una limpieza en condiciones. ¡Si lo viera mi abuela! ¿La cena? A la altura del resto. Siendo malévola podría decir que parecen más acostumbrados a alimentar a caballos que a personas. Aprensivos abstenerse.

Y como esto no invita a quedarse, y como el tiempo mañana parece que se mantendrá mínimamente razonable hasta mediodía, no me queda otra que madrugar, emprender ruta hacia el Carlit y rezar para que no llueva (¡a ver si esta vez tengo más éxito que ayer y antes de ayer!). Aún así, más que el tiempo me preocupa el dolor de pies.

4 comentarios en “Día 32. Soldeu-Porté-Puymorens: Empieza la cuenta atrás

  1. ¡Elisa! Se nota que no eres esquiadora. A mí me emociona ver en verano los telesillas que disfrutaré en invierno. Me pone. Pero totalmente de acuerdo en que el Pas de la Casa es horroroso.

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