Soldeu-L’hospitalet pres l’Andorre: A vueltas con el condicional.

Si ayer el mapa hubiera estado bien (o hubiera preguntado, o no hubiera dado por supuesto que no iba a poder hacerlo) habría llegado al refugio del Juclar sin problemas y hoy estaría ya a medio camino del Carlit. Y si hoy mi nuevo mapa, supuestamente actualizado, hubiera estado bien, habría llegado bastante antes a L’hospitalet –el pueblo fronterizo francés donde he acabado mi etapa de hoy– y posiblemente también hubiera seguido y avanzado un poco más en el camino a mi montaña mágica. 

Saliendo de Soldeu rumbo a Port Dret

Si hubiera decidido hacer el mismo camino que hace años, seguramente no me habría liado (aunque nunca se sabe) pero habría tenido que atravesar el engendro de Pas de la Casa y no hubiera descubierto el valle que hay a sus espaldas, precioso y nada transitado (desde que he empezado a descender desde Port Dret no me he encontrado ni un alma).

Port Dret

Y si cuando he llegado a la cabaña de la Portella, y las marcas del sendero han empezado a contradecirse con las de mi recién comprado mapa, hubiera seguido las primeras, no sé dónde habría acabado, posiblemente en el mismo sitio, pero me habría perdido la “experiencia” de andar durante un par de horas siguiendo un sendero que, en caso de existir, hace tiempo que quedó oculto por malas hierbas de medio metro de altura; y también la de seguir durante una hora más por un camino de ganado entre barrizales y escobas. ¿Prescindible? Sí. Aunque toda una experiencia.

Clots d’Ortafá, un valle solitario y precioso a la espalda de Pas de la Casa

Pero si hubiera llegado antes y menos cansada a mi destino, no hubiera parado en el primer bar que he encontrado y que resulta que también era una gîte. No hubiera pedido habitación sin pensar en si estaría bien o mal y no hubiera conocido a Fátima, mi anfitriona portuguesa, que no solo ha sido extraordinariamente amable sino que me ha dado una cena espectacular. 

Y si alguien me hubiera dicho hace años que en la vida cada cosa aparentemente buena te puede llevar a una mala y al revés; y que los “mapas” de cómo recorrerla –la vida, y al igual que los de montaña–, por muy bien hechos que estén y por mucho tiempo que parezca que lleven funcionando, son solo una referencia; posiblemente habría perdido mucho menos tiempo y energías en ajustarme a territorios de otros y habría empezado antes a escuchar las voces que me dictaban mi propio camino. 

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