Hace años, una amiga, un poco fantasiosa ella, me sorprendía a menudo con los relatos de sus encuentros sexuales: todos ellos eran espectaculares pero, además, cada amante eclipsaba, con creces, al anterior. Nunca se lo dije pero lo cierto es que sus historias me hacían sonreír porque ese tipo de relato, fuera del tema que fuera, me parecía totalmente irreal y exagerado… hasta ahora.

¿Cuántas veces he hablado de paisajes espectaculares, mágicos, excepcionales, increíbles, paradisíacos, maravillosos…? Haya dicho lo que haya dicho hasta ahora, el mejor de los días de montaña que jamás he tenido ha sido, sin duda, hoy. Y eso a pesar de haber sido una jornada larguísima, maratoniana, de más de veinticinco kilómetros, de haber subido unos 1700m y haber bajado otros tantos, de haber andado unas doce horas, cinco de ellas sin camino marcado y cuatro de estas últimas por pedreras (o tarteras o morrenas, como queramos llamarlas), imposibles.

Pero el día ha sido increíble. La temperatura magnífica. La soledad casi total. La perspectiva infinita. La Maladeta guardándome las espaldas durante más de la mitad del camino, mientras ascendía, suavemente, viendo la sucesión de prados, ríos y lagos. El crestear a más de 2600m de altura tocando un cielo de un azul tan intenso como el de los lagos en los que se reflejaba. Porque una vez en la cima, en la primera cima, mire a donde mire, solo veo azul, verde y lagos: al suroeste, los de Bacivèr, de donde vengo; al noroeste, los del Clòt der Os; al noreste, los de Marimanha; al sureste los del Rosari y el de Airoto; y muy cerca de la cima más alta, la del Rosari de Bacivèr, el pequeño Estany Gelat. ¿Qué importa si para llegar ahí he tenido que subir por un no-camino casi vertical a través de una pedrera cuyos pocos y esporádicos hitos ayudan más bien poco?

El día ha comenzado yendo de Salardú a Baguerge, un pueblo diminuto y precioso, con vistas al Aneto y cuyas calles son una auténtica galería de arte floral. Desde allí he felicitado a Ana, una de esas amigas especiales que cumple años en un día especial. Porque hoy es el día del Carmen, patrona de los marineros. Un día que se celebra en muchos pueblos de España con fiestas preciosas que tienen como protagonista el mar. Y es también el día en que cumple años mi querida y casi centenaria tía Carmen. Para mí, desde siempre, un día alegre.
Y hablando de amigas, ayer, cuando todavía no tenía muy claro qué recorrido haría hoy, hablaba con Esther del cómo, conforme recorremos caminos distintos, vamos creando nuestros mapas. Es como si nos derramásemos, nos expandiésemos por el territorio entrando en contacto con él, haciéndolo nuestro y ampliando con ello nuestra experiencia. Casi un piel con piel; o mejor, un piel con tierra, con aire, con olores, con imágenes… Hay una sentencia típica de coaching que dice que el mapa no es el territorio pero lo cierto es que dibujar poco a poco nuestro mapa partiendo del territorio y haciendo que, cada vez más, el uno se parezca al otro, es un placer. ¡Gracias Esther! Definitivamente la ruta es la no recorrida, la que me haga aumentar la precisión de mi mapa.