Al final, los astros se alinearon y también este verano hago una segunda ronda, Eso sí, me he saltado la Cerdaña y empiezo directamente en Nuria. Cosas de la logística, que no siempre es fácil (dejar el coche en Ripoll, coger un bus –que sustituye al tren– hasta Ribes, y enlazar, río Freser arriba, con la cremallera de Nuria).

El caso es que con tanto transporte empiezo a andar un poco tarde, a las 10.15, pero hace un día espléndido y podré alargar un poco subiendo primero al Coll d’Eyne para luego seguir la carena que bordea la Olla de Nuria. Y casi desde el principio empiezo a pensar en Luna, en sus dos meses recién cumplidos y en esos ojos inmensos que se abren al mundo queriendo saber. La culpa es de una madre que se sienta a mi lado con su bebé y, cosas de las asociaciones, me voy directa a todas esas heroínas silenciosas que son las madres (incluso las “malas madres”) y cómo, sin embargo, la medida de los héroes es casi exclusivamente masculina. Y cómo, mientras que lo que más define a estos es la muerte (arriesgarse a ella, encontrarla o infligirla), lo que define a aquellas es la vida (engendrarla, parirla, alimentarla). ¿Que sea habitual lo convierte en normal? El masculino y el femenino, que tienen esas cosas.

En el acto de engendrar, parir y alimentar una vida nueva se dan la mano todas las características de un acto heroico (fuerza, valentía, constancia, resistencia al dolor….); pero también se añade, casi siempre, una de la que los héroes suelen adolecer: amor, mucho amor, muchísimo amor. En los ojos de Luna se adivinan las dosis infinitas de amor que la rodean pero todavía no está escrito el tipo de heroína que decidirá ser: discreta o ruidosa; anónima o famosa; cotidiana o extraordinaria. Pero sea lo que sea lo que decida, aquí estará su “tribu” para apoyarla.

Y en esas estoy cuando llego al Col d’Eyne, subo a Noufonts, sigo al Coll de Noucreus, dejo a mi izquierda los lagos de Carançá, desciendo por Tirapits, llego al nacimiento del Freser y, antes de saltar por el Coll de la Marrana a otro valle donde nace otro río, el Ter, me sorprendo ante un inmenso rebaño de rebecos. Duermo aquí, junto al nacimiento del río y la asocición aparece de nuevo: ríos que nacen y vidas que empiezan. Los unos con su cauce ya definido. Las otras, aún por definir. Un día precioso.




