Verano y Pirineos son una misma palabra. Conceptos inseparables. Verano y verdor, verano y perderse andando con una mochila a cuestas que cada año, a fuerza de inversión, se va volviendo un poco más ligera. Este año la mochila es nueva (un kilo menos) y también la tienda (cerca de otro kilo). Y este verano quiero cerrar, por segunda vez, el ciclo de la travesía en solitario. Quiero ver y sentir de nuevo cómo me aproximo andando al mar y acabo bañándome en él.
Como siempre, no hay nada seguro y muchas cosas pueden salir mal, pero, respecto a otros años, algo ha cambiado: esta vez lo que más miedo me da no es ni el dolor ni el frío ni la lluvia. Este año temo al calor. Instalada unos días en Isil, haciendo una especie de «aclimatación» gozosa a la montaña, me extraña la temperatura, la necesidad constante de refugiarse en la sombra y lo innecesario del jersey incluso de noche. ¿De noche en un pueblo de montaña y en manga corta? Ojalá fuera solo ciencia ficción y no realidad de la que asusta.
Perderse por el bosque de Bonavé; visitar el cercano Valle de Arán; asistir a la magia del fuego en las fallas de Alós d’Isil; acercarse a la Gola y los lagos de Ventolau; mirar, desde la terraza, los ciervos que rondan por las bordas de Risé; o vigilar la niebla que cada día asoma por el puerto de Salau son parte de esas cosas que hacen que cada día considere este lugar un poco más como mi casa, o quizá más bien un trocito de mi casa. Porque mi CASA con mayúsculas son los Pirineos, desde Hendaya hasta Cap Creus, pero sobre todo, desde el Petrechema hasta el Carlit.
Y mi casa es el lugar de donde no quiero salir y a donde siempre quiero volver. Mi casa es donde me encuentro y me reconozco, donde se me olvida mirarme al espejo porque no necesito que nada ni nadie me devuelva ninguna imagen, donde lo único a lo que aspiro es a ver el sol salir y ponerse detrás de alguna montaña y a constatar que todavía hay belleza, y hay verde, y hay ríos, y las flores siguen naciendo de entre las piedras.
El jueves es el día elegido para empezar a andar. El lugar: Tavascán. La primera etapa: de Tavascán al refugio de Certascán. Inmersión directa en la alta montaña. ¿Nervios? Los de siempre, muchos. ¿Incertidumbres? Todas. ¿Ilusión? Inmensa.
Vamos allá Elisa!!!! Mi ídola!!!
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🥰🥰🥰
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Comienza tu aventura, Elisa. Mucha fuerza y disfrute
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Mil gracias Rocío!!
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