Día 6. Burguete-Egurgui: Y al final el sol vence.

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El sol abriéndose camino entre la niebla y los árboles en la subida, desde Roncesvalles, en sentido contrario al Camino de Santiago, al collado de Lepoeder

.Nueva etapa reina, casi 25km, 900m de subida, otros tantos de bajada, y salvo el dolor final de pies —toco madera—, ¡todo bien! Pero el susto llega al volver a mirar lo que me espera. Porque estoy tardando de media dos horas más de los tiempos que veo en el libro (y en las previsiones de Atlas Natura), lo cual no es problema si se trata de hacer ocho horas en vez de seis o incluso, como hoy, diez en vez de ocho. Pero ¡no me había fijado que por encima de las reinas están las emperatrices! y que pasado mañana me marcan un recorrido ¡¡¡¡¡de diez horas!!!!! que más dos (o tres) serán ¡doce o trece horas andando! Tengo que hacer algo, pero la otra opción son tres noches seguidas de acampada libre y no sé qué es peor. Veremos.

Esta mañana he presenciado el duelo entre el sol y la niebla. Amanecí con cielo azul y ya subiendo al collado de Ibañeta (muy cerquita de Roncesvalles u Orellana) empezaron el frío, el viento y la niebla. ¡Por favor, otra vez no! En todos los años que he rondado por los Pirineos no me he encontrado tanto mal tiempo (por frío o por calor) tan concentrado en tan pocos días. De nuevo subí pensando en andar bien, en apoyar bien, en no te confíes con la rodilla… Y me acordé de Gumer (Gumersinda) que hace años me hizo unas sesiones de corrección postural y me decía que «quitara el freno de mano» porque según ella (y doy fe de que es verdad) hacía que siempre llevara contraida la zona lumbar baja. Y entre niebla y más niebla y ascenso recortando carretera hacia un repetidor obviamente invisible, también me he acordado de un antiguo compañero flautista de quien anduve enamoriscada en su tiempo y con el que algunas noches de verano subíamos a otro repetidor, en este caso el de Cuenca, y allí perdíamos el tiempo pasando frío y contando chistes, vamos, sublimando.

Al final el sol ha ganado la batalla y ha comenzado a filtrarse entre las hojas y a calentar poco a poco y a la altura del siguiente collado, el de Lepoeder (¡impresionante! ¡un collado con wifi libre!), ya sólo se veía cielo azul. La niebla quedaba abajo semiocultando los valles y dejándonos sentir la vida por encima de las nubes.

Y prados, y algún bosque, y vacas, y muchos pensamientos desordenados, y una pareja de franceses maduritos que hacían el mismo recorrido que yo, con los que me cruzado repetidas veces y que esta noche son mis compañeros de «cuarto» frente al fronteizo río Urrio donde ¡me he bañado! a la llegada.

Delante de mí, las faldas del monte Okabe, a estas horas cubriéndose, de nuevo, con jirones de niebla. Hace frío. Mejor me voy a dormir.

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