Desde la foto de la playa de Hendaya de esta mañana han pasado nada menos que casi 26 kilómetros con 1000 metros de subida y 700 de bajada con tremendo apósito dorsal. El caso es que el taxista que me llevò de mi muy asquerosa aunque no barata pensión en Irún al Casino de Hendaya —en la preciosa bahía del Bidasoa, donde comienza el GR 10—, me dio ánimos: «ya te acostumbrarás». Y cómo estaría yo de acojonada que le creí. Y más le creo ahora después de una primera jornada matadora en la que a la preocupación por la mochila le siguió la preocupación por el calor sumado a la mochila y sumado a las cuestas, para después todo ello ser desplazado por la preocupación de no encontrar el camino y para, finalmente, acabar concentrando todos mis pensamientos en el dolor de rodilla (sumado al calor, sumado al no perderme y sumado a la mochila). Al final señor taxista, tenía usted razón: la mochila no es para tanto. Por cierto, ¡un enamorado de Cuenca!
Lo importante es que cumplí mi objetivo de llegar al Coll de Lizuniaga aunque el prometido hostal en el que he estado soñando todo el día ¡está cerrado! y me toca acampada libre al lado de cuatro jovencitos franceses que me han informado que, además, de fuente o río para distraer el terrible olor que me acompaña, rien de tout. Así que estrenaré mi flamante tienda (y mi flamante colchoneta y mi flamante saco) y los teñiré de tufillo para siempre jamás. Menos mal que me zampé un bocata apoteósico en el Coll de Ibardín que espero no se elimine tan rápidamente como lo hace el agua: ¡tres litros me he bebido y todos y cada uno los he, literalmente, sudado!
El paisaje idílico. Todo verde, un día luminoso, caballos con sus potros (con los cencerros que acompañarán mi sueño), el imponente Larrún dominándolo todo y helechos, miles y miles de helechos. Mañana toca una etapa cortita para resarcirme: hasta Urdax, en busca del frontón donde, según cuenta la leyenda de los atlasnaturianos, durmió un año lluvioso la expedición al completo ante el estupor de los locales quienes, hacía mucho tiempo, no veían allí «gitanos».
Buenas noches!
Nadie dijo que fuera fácil ¿verdad?, pero seguro que así lo vas a saborear más y mejor… igual que tus amigos los franceses 🙂 Seguimos con envidia y admiración tu aventura. Cuida esa rodilla, bonita. Besos
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Parece que ha sido una dura jornada, pero es la primera y vendrán días mejores. Descansa esta noche bien y reponte. Besos desde el horno del Guadalquivir
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