¿El día? Hoy, 9 de julio. ¿Los puertos? El de Boet y el de Rat. ¿Los países? España, Francia y Andorra. ¿Se puede pedir más? Sí, que la memoria no nos traicione. Hoy el ánimo va como las montañas. Comienza bien, sube a lo largo del día (con algún que otro altibajo) y cae en picado al final, cuando descubro que lo que en mi memoria era una hora (el recorrido final, desde la estación de sky de Arcalís hasta el refugio de Sorteny) son alrededor de tres.

Son ya dos días de calor y de paliza y, lo reconozco, a poco de entrar en Andorra ya tengo más ganas de irme que de quedarme. Justo en el Coll de Rat, el primer punto donde tengo cobertura del día, Pepephone me informa de las tarifas. Mejor me olvido de llamar y desconecto inmediatamente el roaming si no quiero sorpresas. Me esperan tres días más de desconexión.

Ando muy despacio y me paro más de lo que debería (si quisiera que el fin de las etapas no se me juntara con la cena) pero es que hoy he podido por fin ver lo que la última vez no vi. Durante casi todo el trayecto me pregunto cómo pude recorrer estos caminos empapada de niebla y lluvia y sin apenas visibilidad. Descubro, siguiendo el track de aquella vez, que caminé junto a barrancos por sendas extremadamente estrechas, que hice algún que otro “fuera de pistas” y que mi resistencia, entonces, era extraordinaria, porque ni siquiera me recuerdo especialmente cansada.

Hoy no lo es tanto. He llegado reventada y muy tarde (vale sí, que he hecho una larga parada gastronómico-recreativa en Arcalís pensando que ya estaba todo hecho, pero aún así). Tan tarde que nada más llegar me han sentado a cenar sin tiempo para beber algo, recuperar o ducharme. Tan cansada que la ensaladilla rusa de la cena se ha hecho cemento en mi estómago y lo ha cerrado. Tan enfadada conmigo misma que he sido incapaz de seguir, y mucho menos de disfrutar, de la animada charla de mis compañeros de mesa: dos australianos, dos chinos y un francés. Europa, Asia y Oceanía. La mesa más internacional que jamás haya visto en un refugio. Tres continentes, dos rutas (unos hacemos la Alta Ruta y otros la vuelta a Andorra) y un idioma (el inglés, que en realidad parecen cuatro lenguas diferentes según quien de nosotros lo hable).

Me acuesto desanimada. Mucho. Con el prejuicio de pensar que Andorra se me va a hacer pesado y de que casi prefiero el recuerdo de la otra vez, cuando la lluvia y la niebla no me dejaron ver nada, que darle una oportunidad cuando el calor aprieta. Y también con malestar físico y psíquico. El físico por el cansancio, pero sobre todo por lo mal que me ha sentado lo poco que he cenado. El psíquico porque son ya dos días sin tener un rato para sentarme a repasar lo hecho, a disfrutar del ponerlo todo en orden (las fotos, los tracks, los mapas) y a dedicarme a esta crónica diaria de la que disfruto, haciéndola, casi tanto como del andar.
Conclusión, mañana descanso. Lo contrario se me antoja un ir como pollo sin cabeza y, la verdad, no compensa.
Mucha fuerza y a tomarselo con calma
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Es la única forma! Gracias Sergi!
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